Uno de los encantos del Museo de Bellas Artes de Bilbao es que sus salas están abiertas a cualquier manifestación artística por extraña que parezca. Incluso un patafísico con un embudo en la cabeza, unas gafas de soldador y una bata embadurnada de pintura puede deambular por ellas sin correr peligro. En cualquier otro planeta, bastaría esta indumentaria para que los Cuerpos de Seguridad mediomental se lanzaran sobre él inmovilizándole y encerrándole posteriormente en una academia de reeducación de la Fundación Tripartita. La permisividad con la locura da coherencia a toda la colección de la pinacoteca. No se la pierdan.
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