Las locomotoras de castañas están muy preocupadas. Han oído hablar tanto del Tren de Alta Velocidad y sus bondades que temen que cuando llegue acabe con su tradicional negocio. Alguien debería tranquilizarlas y decirles que podrán seguir con su humanitaria labor de templar estómagos y bolsillos durante muchos años. Siempre que el calentamiento global no lo impida, que esa es otra.
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