
Cuando uno se aburre en la playa y no tiene edad para construir chalets adosados con un cubo y una pala, jugar con la ley de la gravedad es una buena alternativa. A las piedras les encanta que las alcen para ver el horizonte y la actividad es una manera sosegada de pasar el rato y desarrollar el equilibrio que, a fin de cuentas, es una forma de meditación.
Estas estructuras que muestran las fotografías se sostienen gracias al pegamento gravitacional, tan sutil, que una simple brisa puede hacerlas caer. En los pocos casos que el viento las respeta, son los niños los que experimentan un irresistible impulso de destruirlas a pedradas. Así hemos pasado el verano, yo levantándolas y ellos tumbándolas. Cada uno en su función.
Me queda el recuerdo de estos pináculos efímeros que apuntan por un extremo al centro de la tierra y, por el otro, al confín del universo o quizás al punto donde se produjo el big bang. Aunque soy un aprendiz en este arte natural, cuando las miro recuerdo que, en esa atmósfera de salitre, sol y rumor de olas, por unos instantes nos convertimos en budas inmóviles en medio de un perpetuo movimiento. No hay placer igual.
Playa de Agua Amarga (Almería)
Puedes ver más piedras en equilibrio aquí : Piedras en equilibrio esperando a Godot en Arrietarra
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