Atrapado en su jáula de hormigón es un superviviente nato que no se rinde nunca. Se aferra a un puñado de tierra y crece hacia ese triangulo de cielo que le señala como si fuera un elegido. Ni siquiera la lluvia es capaz de llegar hasta él. Si no fuera porque de vez en cuando alguien tiende la ropa húmeda en la ventana, moriría de sed y de soledad.
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