Para conocer un planeta del todo hay que visitarlo de noche, cuando la luz del sol no ciega con su brillos y colores. Entonces es cuando se percibe su voz más íntima y susurrante. Coge un abrigo y el paraguas y pasea como un extraño que llegara por primera vez. Descubre si vivimos en una ciudad acogedora o que amedranta al visitante con sus sombras haciéndole sentir desamparado. La experiencia merece la pena.




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